Uno de los sellos distintivos de Lollapalooza es el espacio que cada año otorga a bandas y artistas que nunca antes pisaron suelo nacional y que fuera del festival sería difícil o poco probable poder ver en Santiago. En la edición 2017 uno de esos grupos fue Catfish and the Bottlemen.
En el escenario Itaú, Van McCann (voz, guitarra), Benji Blakeway (bajo), Bob Hall (batería) y Johnny Bond (guitarra) mostraron una propuesta de pop rock, pulida y enérgica que aspira a llenar estadios.
Con canciones que parecen haber sido creadas precisamente con el fin de incentivar la participación del público, la joven banda formada en Gales protagonizó uno de los puntos altos de la segunda jornada de Lollapalooza Chile 2017.
Antes de que los músicos aparecieran sobre el escenario, una bandera de Chile con el nombre de la banda se exhibía sobre uno de los amplificadores, confirmando la presencia de algunos fanáticos. Aún así, sorprendió que una y otra vez, la audiencia acompañara con palmas temas como «Homesick», «Soundchek», «Anything», regalando cánticos y más de un «olé» al cuarteto.
Con dos discos editados a la fecha –The Balcony (2014) y The Ride (2016)-, Catfish and the Bottlemen suma logros como haber vendido más de 300 mil copias, haber sido parte de los festivales musicales más importantes del planeta y alzarse como la Mejor Banda Revelación en la edición más reciente de los Brit Awards.
En su paso por Chile, el grupo dejó una buena impresión y consiguió su punto más alto cerca del cierre, con las canciones «7» y «Cocoon», coreadas por sus seguidores. «Volveremos siempre que nos necesiten», prometió el vocalista antes de despedirse.
Sin el temor de ser etiquetados, ellos sueñan abiertamente con el éxito masivo. Su capacidad de conectar con el público ya ha quedado demostrada. El tiempo dirá lo demás.
Fotógrafo: Javier Valenzuela
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