La noche del 5 de mayo quedará incrustada en la retina de las 15 mil almas que repletaron el Movistar Arena y que disfrutaron y vibraron con dos de las bandas íconos del rock y heavy metal. Motörhead y Judas Priest brindaron un espectáculo sublime en una maratónica jornada de más de cuatro horas que comenzó temprano con el grupo chileno, Inquisición.
A las 20 horas las luces del Movistar Arena se apagaron para que Lemmy y sus “secuaces” –Phil Campbell y un inmenso Mikkey Dee en la batería-, arrancaran sin piedad con tres clásicos de su factoría: “Shoot You in the Back”, “Damage Case” y “Stay Clean”. El primer golpe ya estaba asestado.
La voz rasposa y “aguardentosa” de Lemmy continuó adobando canciones como “Metropolis” y la precisa y certera “Over the Top”. Fantástico fue ver en plena forma a su líder, puesto que muchos vieron peligrar el show del trío en Chile tras la cancelación en el Monsters of Rock Brasil, festival donde Lemmy padeció problemas digestivos.
Tras un solo de guitarra de Phil Campbell, los decibeles se mantuvieron a tope con “Rock It”. También hubo espacio para composiciones más recientes como “Do You Believe” y “Lost Woman Blues” del disco Aftershock (2013). En «Doctor Rock», del clásico Orgasmatron (1986) Mikkey Dee se despachó un solo de batería memorable que lo convirtió en una verdadera máquina.
El tiempo pasó demasiado rápido y luego de “Going to Brazil”, sonó el himno “Ace of Spades”, lo que desató la locura y el éxtasis rockero. Después, Lemmy y compañía se retiraron para volver con “Overkill”, canción marcada al inicio por el sonido del bajo. Poco más de 70 minutos de rock n’ roll en el que el público disfrutó a más no poder con una banda en plena forma y con más potencia que nunca.
Judas Priest: un golpe al mentón
Cuarenta minutos de espera y las melodías de “War Pigs” de Black Sabbath resonaron con fuerza, avisando lo que venía: Judas Priest entró en escena con un sonido impecable –y mucho más alto que el de Motörhead- y con Rob Halford y la banda arremetiendo con “Dragonaut”, corte que abre su nueva placa Redeemer of Souls (2014), la primera con Richie Faulkner en guitarras luego de que entrara sustituyendo al icónico K. K. Downing.
“Metal Gods” atacó como el primer clásico, una canción referente del heavy metal y de la carrera del quinteto. “The priest is back!”, vociferó Halford feliz de regresar a nuestro país, mientras los “olé olé” por parte del publico comenzaban a escucharse. La pantalla tras la batería proyectó la portada de Sad Wings of Destiny (1976) y la épica “Victim of Changes”, con su intro de twin guitars a cargo de Tipton y Faulkner, sonó grandiosa.
Rob Halford se mostró inspiradísimo y en mucho mejor forma vocal que en su visita anterior a nuestro país en 2011, lo que se comprobó al llevar su voz a tonos con agudos en “Halls of Valhalla”, con el punzante bajo de Ian Hill.
La sorpresa vino con las siguientes composiciones, donde la banda desempolvó verdaderas joyas como “Love Bites” y “Beyond the Realms of Death”. Mención especial para la coreada “Turbo Lover”, tema de uno de sus discos más polémicos y criticados en su tiempo (Turbo, 1986) y que con el correr de los años se ha convertido en un infaltable en sus shows. ¡Muchas gracias amigos!, ¡Chile es el hogar del heavy metal!”, exclamó el calvo frontman entre los aplausos de los presentes.
«Jawbreaker» se dejó caer tal como lo indica su nombre: como un verdadero golpe al mentón, destrozando mandíbulas, con Halford logrando agudos inhumanos en su sección final y demostrando una capacidad vocal envidiable a sus años. Luego, y para relajar el ambiente, llegó “Breaking the Law”. Los ruidos de motor indicaron que se venía “Hell Bent for Leather y su vocalista apareció completamente vestido en cuero y montando la clásica Harley Davidson desde la cual comenzó a entonar este himno a mil por hora, desatando el primer mosh pit en la cancha.
La banda se retiró para volver con el combo “The Hellion/Electric Eye”, más “You’ve Got Another Thing Comin’, con un Faulkner que se lució con un solo en su parte final, demostrando a todos que tiene los méritos suficientes para “meterse” en los zapatos de KK Downing y no ser más que su sombra.
“¿Una más?, preguntó el baterista Scott Travis, a lo que la respuesta del respetable no se hizo esperar. El músico tras las baquetas comienzó con la intro de “Painkiller”, uno de los temas más asesinos de Judas Priest, lo que provocó desenfreno en el sector cancha y la autoexigencia de Halford a su voz.
El segundo encore, y el final, trajo de vuelta al quinteto británico con la fiestera “Living After Midnight”, perfecta para cerrar la jornada y para que todos entonaran este clásico del British Steel (1980)
Una noche redonda en la que el hard rock y el heavy metal se tomaron el Movistar Arena, recinto completamente repleto, lo que demostró que en Chile, y como dijo Halford, se encuentran los “maniáticos” más locos del planeta.
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