Con 35 años de carrera, Red Hot Chili Peppers no necesita buena publicidad, ni siquiera mala. Su solo nombre es sinónimo de prestigio, pero últimamente se han encargado ellos mismos de demostrar un cierto desgaste, algo que se notó al cierre de la segunda jornada de Lollapalooza Chile 2018.
El conjunto californiano regresó a Santiago para presentarse nuevamente en el festival. Pero a diferencia de la visita de 2014, en esta ocasión venían a «mostrar» nuevas canciones, que ya suman casi dos años de existencia.
El plato fuerte de este sábado 17 (con una de las convocatorias más altas de la historia del festival) tenía cerca de 90 minutos para ofrecer sus éxitos, un espacio lógico para un conjunto que, por lo bajo, tiene una decena de hits. Sobre las canciones, no hay dudas de que se puede armar una buena propuesta.
Sin embargo, el cuarteto hace rato que se convirtió en una performance mecánica, reiterando canciones y dejando de lado obras que fácilmente podrían darle novedad a sus conciertos. Luego de su habitual improvisación de entrada, la mayoría sabía que venía «Can’t Stop», seguida de “Dani California”, la idéntica dupleta inicial de su show en el mismo escenario cuatro años antes.
Es la falta de capacidad de sorprender lo que le resta méritos a un show que sigue girando por el mundo, confirmando el arrastre de la banda. Si las habilidades de Flea y Chad Smith se equilibraran con echar mano a su repertorio más profundo, estaríamos hablando de una presentación que podría rozar la perfección.
De todas formas, el show cumplió como nombre fuerte e igual el público coreó y aplaudió canciones como «Californication», «Scar Tissue», “Suck my Kiss” y «By the Way», más algunas de su disco The Getaway, como «Dark Necessities» y «Go Robot».
Si quisiera, Red Hot Chili Peppers aún está a tiempo de renovar energías. Por ahora, se mueven en una balanza que no puede encontrar su punto de equilibrio perfecto.
Fotógrafo: Javier Valenzuela
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