10 años después de que Soda Stereo tocara por última vez sobre un escenario, su música se convirtió en la principal inspiración del nuevo espectáculo de Cirque Du Soleil, la compañía más importante del arte circense del mundo. Dos instituciones que se reúnen para regalar a los fanáticos Sép7imo Día.
El show tuvo su estreno en Movistar Arena de Santiago el miércoles 19 de julio, luego de estar tres meses en Argentina y una semana en Perú. Es el recorrido del espectáculo que volverá a llevar la música del trío por Latinoamérica.
Son 100 minutos que reviven el repertorio de Soda, desde sus canciones más ilustres hasta temas escondidos en sus discos que con este show adquieren mayor exposición gracias a los 35 artistas de la compañía que ejecutan un trabajo estructurado, meticulosamente concebido y con precisión casi quirúrgica.
Desde un principio, con la nueva versión de «(En) El Séptimo Día» de fondo, los estímulos visuales llevan las miradas para distintos lados: en la cancha, tres anillos (o «satélites») que proyectan imágenes de los músicos se mueven dentro del público mientras el protagonista, con audífonos, vuela sobre la gente jugando con un diábolo. En paralelo, en el escenario central, con forma de planeta, un astronauta clava una bandera con la portada de Dynamo.
Es el inicio de un espectáculo donde no hay descanso. Uno tras otro, los actos van pasando con referencias a las letras y otras figuras en la historia del grupo. Van desde alegres piruetas con cuerdas al ritmo de «Te hacen falta vitaminas» a grandiosas acrobacias aéreas de un dúo («Cómplices los dos») en figuras de revólver y misil mientras suena una versión en vivo de «Prófugos».
Más adelante aparecerán referencias al Universo que Soda (y especialmente Gustavo Cerati) tanto aludieron en su trayectoria, además de otros guiños psicodélicos y coloridos, ocupando vestuario, guitarras y hasta un drone.
Sép7imo Día cuenta con momentos para enmarcar: la equilibrista que aparece dentro de la Floralis Genérica (escultura típica de Buenos Aires) en «En Remolinos» y la rueda gigante con trapecistas que se mueven en medio del público en «Signos»; los artistas que se desplazan por los aires («Los hombres alados que extrañan la tierra») en «En la ciudad de la furia»; y el viejo que sufre «Sobredosis de TV», en donde se ocupa inteligentemente una cámara como recurso artístico.
La música creada para este espectáculo por Zeta Bosio y Charly Alberti cuenta con altos y bajos. Se aplaude la intención de darle un nuevo aire a sus éxitos y ocupar registros históricos, como los saludos de Cerati a sus compañeros y el momento en que el guitarrista pide «iluminar el estadio», ambos de su gira de reunión de 2007.
Sin embargo, en ocasiones el resultado del trabajo sonoro no logra convencer, como ese extraño mashup de «Ella usó mi cabeza como un revólver» con «Un misil en mi placard».
Por otro lado, hay actos que parecen innecesarios, como un hombre con una guitarra bajo el agua en, valga la redundancia, «Hombre al agua», y el intento de fogata junto al público en cancha en «Té para tres», donde no se escucha la voz de Cerati sino de una de las artistas del espectáculo.
Los mejores momentos vienen en la parte final: en «Un millón de años luz», una artista realiza dibujos de arena en vivo que se proyectan en la pantalla; una acróbata suspendida de su cabello reinterpreta «Luna roja»; y un exponente del pole dancing ocupa todo el escenario mientras suena «Primavera 0».
Una versión inédita de «De música ligera» cierra el espectáculo con un acto lleno de volteretas a lo largo de una pasarela y pirámides humanas sobre el planeta Soda Stereo. Es la despedida alegre para un espectáculo luminoso y enérgico, que cuenta con la gran virtud de incorporar a los fanáticos de cancha, tal como lo hiciera el conjunto argentino en cada uno de sus conciertos.
Quizás el mayor error sea que desde el inicio hasta el final no se explica el relato del show. Salvo cuestiones obvias (un joven escucha a Soda y se libera de un encierro no aclarado), en ningún momento se establece un hilo conductor claro, lo que en ocasiones daba la sensación de desorden.
Sép7imo Día no se convertirá en el mejor show circense de la historia ni elevará aún más la leyenda del trío. A fin de cuentas, es una entretenida demostración que el repertorio del trío puede tomar un nuevo lenguaje, esta vez más físico y visual. Si buscas a Soda Stereo, no lo encontrarás. En cambio, tendrás una original forma de disfrutar el legado de la banda.