Todo el público melómano sabe de la existencia del Rock in Rio. Todos hemos oído hablar de ese festival que marcó historia en materia de eventos musicales hechos en América Latina -y que luego conquistó al público de Lisboa y Madrid- más de una vez, pero hay algunas cualidades que lo han hecho exitoso en cada una de sus 13 ediciones que sólo resultan evidentes al llegar a la Ciudad del Rock y vivir la experiencia.
Lo primero que llama la atención son sus dimensiones: no hay nada chico ni improvisado. El Palco Mundo, monumental escenario que corona el parque construido en la zona de Jacarepaguá, en Rio de Janeiro, es el centro de todo. El público tiene una excelente vista de él casi desde cualquier ángulo y aquellos que prefieren alejarse un poco de la multitud, pueden seguir los shows a través de distintas pantallas gigantes distribuidas por todo el recinto.
Ésta es probablemente la mayor ventaja de contar con una infraestructura diseñada y construida especialmente para albergar este evento, lo que también permite cuidar otros detalles como el cableado, que va bajo la superficie.
Otro aspecto a destacar es el sonido. Las torres repetidoras (delay towers) se reparten por los 180 grados frente al escenario, abarcando un radio de 600 metros y garantizando un sonido óptimo para toda la audiencia.
Palco Sunset: un espacio para la colaboración entre músicos
Para los amantes de la música y la experimentación, una de las cosas más interesantes que ofrece el Rock in Rio es el Palco Sunset, escenario que se caracteriza por invitar a bandas y a artistas a hacer colaboraciones en vivo.
Fue allí donde Sepultura y el conjunto francés de percusión Tambours du Bronx se presentaron juntos por primera vez -con tanto éxito que en la edición más reciente hicieron un nuevo show en el Palco Mundo- y en donde este año se pudo ver a Living Colour con Angélique Kidjo, Lenine con Gogol Bordello y a Ben Harper con Charlie Musselwhite, entre otros 26 shows. Una idea que puede generar resultados muy interesantes.
La Ciudad del Rock: un parque de diversiones
Más allá de la música, Rock in Rio procura ofrecer al público una experiencia de entretenimiento. A distintas atracciones como una montaña rusa, una rueda de la fortuna, un turbo drop y una tirolesa que pasa frente al Palco Mundo, se suma la Rock Street, pasaje con una estética inspirada en Gran Bretaña, que cuenta con tiendas, locales de venta de alimentos, una cabina telefónica y un escenario propio. Gran parte del público se concentra allí durante la tarde, antes de que empiece la actividad en el escenario principal.
La presencia de las marcas es otro aspecto que impresiona. En decenas de stands y atracciones, compañías automotrices, aéreas, tabacaleras, de bebidas y alimentos hacen un esfuerzo por ganar la atención de las más de 80 mil personas que día a día llenan el recinto.
Fui este año a Rock in Rio por primera a ver a Bruce Springsteen y debo decir que Lollapalooza chileno no tiene nada que envidiarle al evento carioca. La única diferencia notable fue el transporte de vuelta sobretodo que estaba bastante organizado, no como en Santiago. En lo demás nuestro Parque O’Higgins es un recinto gratísimo para el rock. Y la ciudad del rock es cómoda, pero algo estrecha para toda la gente. El sonido es impecable, eso es cierto.