El dúo británico-australiano Dead Can Dance, formado por Brendan Perry y Lisa Gerrard, acaba de presentar su décimo trabajo de estudio: Dionysus, un disco que está armado como “un oratorio y compuesto por siete movimientos que representan las diferentes facetas del mito del dios griego”.
Conversamos por teléfono con Perry, quien nos habló de la filosofía detrás de Dionysus y nos ilustró el proceso de evolución que ha tenido Dead Can Dance, desde su primer álbum lanzado en 1984 en medio de la ola post punk, hasta el folk que ha pasado a ser característico de su música.
Algo que ha quedado claro con el tiempo es que el dúo no teme experimentar y dejarse llevar por el sonido. En sus más de 30 años de carrera hemos visto como se han acercado cada vez más al folklore europeo, a la música instrumental y el espiritualismo. Dionysus va un poco más allá: el álbum explora la cultura, la literatura e incluso la filosofía, a través de la dicotomía de lo apolíneo y lo dionisíaco.
Este concepto viene de Apolo, dios del sol, el pensamiento racional y el orden; y Dionisio, dios de la vendimia y el baile, que representa la irracionalidad y el caos. Ambos hijos de Zeus, el primero apela a la lógica, la prudencia y la pureza, mientras que el segundo apela a las emociones e instintos.
“La idea general de Dionysus nació alrededor de estos temas. Supongo que el principal catalizador para mí fue leer el libro “The Birth of Tragedy” («El nacimiento de la tragedia») de Nietzche, en donde discute las dinámicas de la sociedad – por un lado aquello que considerarías dionisíaco y por el otro lado lo apolíneo. También discute los problemas con la moralidad cristiana. Y luego comencé a interesarme en los antiguos festivales de primavera que se realizaban alrededor del mediterráneo, que me parecían ser claramente rituales dionisíacos, pre-cristianos”.
– El primer adelanto que pudimos escuchar del álbum fue «The Mountain». ¿Cuál es el significado de esta canción?
Cada movimiento habla de diferentes facetas del culto a Dionisio y de su historia. «The Mountain» es acerca de las iniciaciones, supongo, de un Dionisio joven. El trabajo es muy impresionista, no puedes realmente tomarlo literal porque su libreto y texto no tienen un significado literal. Para mí se trata más de un imaginario de los sueños, de simbolismo.
– ¿Hay alguna razón de por qué lo eligieron como primer single?
La verdad es que no es realmente un single. Creo que podrías considerarlo más como un extracto, principalmente porque el álbum está pensado para ser escuchado como un trabajo completo, de principio a fin. Para mí no funciona aislado, tiene que estar dentro del contexto. Pero es tal el mundo de las piezas promocionales y los videos, que tuvimos que decidirnos por algo, tomarlo y dar una primera visión, una representación de lo que contiene el disco. Eso es finalmente.
El Proceso
– ¿Qué instrumentos ocupaste para poder representar el mito que está detrás de este nuevo disco?
Tomé la decisión de usar como núcleo central instrumentos tradicionales del mediterráneo, Turquía y el norte de África, porque sentí que pertenecían a una tradición antigua ligada a Dionisio y el mundo antiguo. Decidí ocupar cosas como flautas de pastores y la pivana de Córcega. Muchos de estos festivales en los que encontré inspiración tienen lugar en regiones muy remotas, donde no han visto sus tradiciones suprimidas por el cristianismo o el islam. Y son estos instrumentos los que se asocian a esas áreas.
– El trabajo de este álbum comenzó hace ya un par de años. ¿Ha ido variando el concepto original con el tiempo?
El concepto no ha cambiado realmente, es más… como cualquier cosa que tome mucho tiempo, se convierte en un viaje de exploración, y el proceso en sí mismo es en realidad el trabajo final. Estoy muy abierto a las influencias y escucho a la música. A menudo la música me dice hacia dónde quiere ir, por mucho que yo intente dictarle hacia dónde dirigirse. Los objetivos de ambos no necesariamente están en el mismo plano.
– ¿Y cómo funcionó el trabajo entre Lisa y tú?
En general armo la mayoría de los tracks antes. Toco los instrumentos, hago los arreglos, y luego encontramos algún tiempo en que sea conveniente para Lisa venir. Ella estuvo acá en Europa tres semanas en noviembre del año pasado para hacer sus partes vocales para el álbum. Trabajamos así principalmente porque vivimos tan lejos uno del otro, ella vive en Australia, pero cada vez viene más a Europa así que se ha vuelto más fácil trabajar juntos.
La evolución de Dead Can Dance
– Volviendo a los inicios de Dead Can Dance… tu trabajo comenzó en los ochentas, ¿qué visión tenías para el proyecto en un principio?
Bueno… supongo que en mi mente, la manera en que me imaginaba Dead Can Dance estaba en algún lugar entre Joy Division, Public Image y Can. Yo era guitarrista y bajista y me enseñé a tocar batería, percusión. Experimenté muchísimo, con tape loops, efectos y sintetizadores, para alcanzar el sonido que quería, que era algo así como un post punk encontrándose con el crap rock. Eso es lo que buscaba. Y en cuanto a las letras, yo estaba en el mismo lugar donde estaba, por ejemplo, Ian Curtis. Quería hablar de la sociedad contemporánea.
– Desde el primer disco hasta ahora el sonido de DCD ha tomado un rumbo muy distinto. ¿Cómo ha sido esta transición?
Eso es algo que ha ido pasando entremedio de las álbumes… todo depende de qué esté pasando en tu vida en ese momento, esencialmente en cuanto a tus influencias musicales y literarias se refiere. Hasta cierto punto, esa es la influencia inicial de cada álbum, y cada transición y cada experimentación que ocurre entre ellos está basada en eso: en lo que estamos escuchando, leyendo o viendo. Después del primer álbum, que tenía una onda muy post punk, nos metimos mucho en la música clásica, nos alimentamos emocionalmente de ella. Básicamente comenzamos a añadir elementos de orquesta a nuestra música, y luego ya en el siguiente álbum pasamos de la música clásica a la música clásica antigua. Nuestra evolución ha sido simplemente una reflexión del lugar y el tiempo en el que estamos al momento de crear.
– Tienen una onda muy folk en su música actualmente. ¿Cómo te cruzaste con ese estilo y cuándo comenzaste a incorporarlo a tu trabajo?
En 1989 me fui de Inglaterra y me mudé a Irlanda. Estuve viviendo ahí alrededor de 25 años antes de venirme a Francia. Fue en ese tiempo que me metí mucho en la música folk galesa, porque vivía en el campo. Hay una cultura que gira alrededor de la música folk muy potente en Irlanda.
– Además de música antigua, ¿qué estás escuchando actualmente?
En este momento me gusta mucho Anna Calvi, recién me compré tres discos de ella, aunque la conocí un poco tarde, pero realmente me gusta su trabajo. También he estado escuchando a Jonathan Bree.
– El próximo año estarán de gira por Europa, ¿hay planes de una gira internacional?
No realmente… en el verano DCD hará una gira, pero solo por Europa, y eso es todo… pero ojalá en 2020 podamos volver a Sudamérica, a México, a Canadá.
– Ojalá los veamos pronto en Chile nuevamente.
Sí, sí, me encantaría volver a Chile. Tenemos muy buenos recuerdos.