Fueron miles de videos y frases de Gustavo Cerati que inundaron la web, su música se tomó las radios y su imagen apareció por todos los medios posibles. Fue la despedida al argentino que marcó una generación y cuyo legado estuvo, está y estará a la hora de hablar de rock latinoamericano.
Se fue el hombre intranquilo, que siempre estuvo en constante creación musical; el que a mediados de los ’80, dicen, inspiró «Raros peinados nuevos» de Charly García; aquél que se transformó en el bastión de un nuevo sonido en este lado del continente; ese guitarrista que siempre quiso estar a la vanguardia; el músico a quien sólo le interesó lo que amaba y no se enlodó en cuestiones políticas.
Cerati se convirtió, a punta de letras y de sonidos, en la figura más importante del rock en español de los últimos 30 años. Su presencia escapó las fronteras y se instaló en la mayoría de los países de Latinoamérica que hoy le lloran. Nació en Argentina, pero Cerati fue chileno, mexicano, peruano, venezolano, ecuatoriano y colombiano.
Probablemente la mayoría de las personas que lean esto tengan un recuerdo particular con Cerati. Alguna canción de Soda Stereo habrán cantado y quizás pudieron disfrutar un tema de su historia solista, pero con seguridad no pasó inadvertido en las últimas décadas. Incluso, es posible que varios músicos actuales se hayan colgado una guitarra gracias a Cerati. Y ahí radica parte de la importancia que hoy toma más fuerza tras su muerte a los 55 años de edad.
A veces fue criticado por usar sonidos que provenían de artistas de otras partes del mundo. Pero Cerati no fue un plagiador, sino que se convirtió en un interlocutor que tomó lo que sonaba allá y tradujo eso en algo novedoso gracias a su incesante capacidad de buscar lo particular, ya sea a través guitarras frenéticas, bases electrónicas o experimentación. O como el mismo lo cantaba, quiso «hacer cosas imposibles».
Puede que el accidente cerebrovascular que sufrió en mayo de 2009 y que lo mantuvo en un sueño profundo durante cuatro años haya sepultado todas las esperanzas, pese a que su abnegada madre, Lilian Clark, cada cierto tiempo nos haya hecho creer que todo iba a estar bien y que mantuviéramos la fe, aunque decenas de partes médicos y palabras de especialistas decían lo contrario.
Su voz se apagó en mayo de 2010 en Caracas, su corazón dejó de latir en Buenos Aires cuatro años después. Quedó la sensación de que pudo haber más, pero su música seguirá por siempre, el recuerdo debe mantenerse presente para que quienes vienen puedan saber quién fue Gustavo Adrián Cerati Clark. Es hora de abrir su sueño stereo, crear la dimensión. Es tiempo de poner su disco eterno.