Desde su anuncio, La versión 2018 de Lollapalooza Chile prometía ser histórica: por primera vez desde su llegada al país en el año 2011, el evento tendría tres días de música en el Parque O’Higgins y sería, por ende, la ocasión con mayor convocatoria, reuniendo a cerca de 80 mil personas en cada jornada.
La apuesta era atrevida: todo comenzó el viernes 16, día hábil que no impidió que miles de asistentes llegaran desde las primeras horas para disfrutar de los shows de Lanza Internacional, Zoé, Ego Kill Talent y Los Jaivas.
La mayor concurrencia comenzó a eso de las seis de la tarde con el regreso de 31 Minutos y el memorable show de David Byrne, con una puesta en escena inédita para el evento. Luego vinieron los conciertos de The National y LCD Soundsystem, para terminar la jornada con el apoteósico show de Pearl Jam.
El sábado 17, en tanto, fue de dulce y agraz: debido a problemas de logística ocasionados por problemas climáticos en Argentina, los equipos de distintas bandas no llegaron a tiempo, obligando a los organizadores a reprogramar ciertas presentaciones. La que sufrió el mayor cambio fue la de Spoon, que se trasladó de día y escenario, mientras que Royal Blood tuvo 15 minutos menos de lo programado originalmente y Oh Wonder tuvo que presentarse en formato acústico por no tener sus instrumentos.
La fría jornada sabatina finalizó con los shows dispares de Royal Blood, Imagine Dragons y Red Hot Chili Peppers. Pero nada hacía presagiar que el día siguiente estaría marcado por la rabieta de Liam Gallagher.
Antes del incidente del ex Oasis, la jornada de domingo había estado tranquila, pese a tener cambios de horarios a raíz de la situación en Argentina. Las presentaciones de Kuervos del Sur, Damas Gratis, Tash Sultana y Metronomy en los distintos escenarios dispuestos en el Parque animaron las casi 12 horas de música.
A la «rabieta» de Gallagher -que según justificó el artista se debió a problemas de salud- le siguió la presentación de Lana del Rey, Wiz Khalifa y el broche de oro a cargo de The Killers, que volvió a encabezar el evento tal como en la primera edición local, allá por el año 2011.
Nunca antes Lollapalooza Chile había enfrentado tantos desafíos en un solo fin de semana. A la meta auto impuesta de alargar el festival, se sumaron los imprevistos ocasionados por la situación en Argentina y el estado de salud de uno de sus nombres más fuertes. Sin embargo, la organización demostró capacidad de respuesta para resolver el puzzle y garantizar que todos los artistas pudieran encontrarse con el público. Un esfuerzo que seguramente no pasó en vano y que es muestra de la experiencia ganada en ocho años de labores y el porqué éste se ha consolidado como el encuentro musical más importante del país.