Pareciera que la música de carácter más «docto» no se hace presente en las esferas masivas. Ennio Morricone, en su tercera visita a Chile, dejó atrás el mito junto a Mondo Cane y un marco de público que alcanzó las 12 mil personas, transformándose así en su presentación más masiva en tierras nacionales. El Estadio Bicentenario de La Florida, donde casualmente ejerce la localía un equipo de fútbol de origen italiano, sería testigo de uno de los espectáculos más conmovedores del año.
El reconocimiento por parte de la Academia demoró en llegar. Fue recién en el año 2007, y luego de cinco nominaciones, que Morricone logró el Óscar honorífico por su contribución al arte de la música en el cine. Este dato pasó a ser una anécdota para un artista que lleva más de 50 años de carrera y ha alcanzado el récord de 70 millones de copias vendidas, sin mencionar que ya es parte del imaginario colectivo y una leyenda entre los adictos al séptimo arte. El domingo 24 de noviembre, con 20 minutos de retraso y luego de una reestructuración en los horarios por parte de la productora, hizo su aparición el compositor italiano acompañado de una ovación de la heterogénea concurrencia.
Acompañado por el coro y la orquesta sinfónica de la Universidad de Santiago, dio inicio a su concierto con la sección denominada Life and Legend, la cual toma tracks de las películas Los Intocables y Érase una Vez en América. El inicio fue marcado fuertemente por los conjuntos de cuerdas, para luego dar paso a la emoción en «Deborah’s Theme» y «Poverty», clásicos del filme dirigido por su fiel compañero tras el celuloide, Sergio Leone. «The Legend of 900» cerraba la primera pieza del show, con un Ennio agradeciendo a la multitud con una humilde reverencia.
El segundo bloque llevaba por título Scattered Sheets, que como bien lo dice su nombre, toma diferentes canciones del cine italiano y francés de los ’60 y ’70. La versatilidad y vertiginosidad en sus composiciones se evidenciaron aún más en esta pasada, pues transportó a la audiencia desde una sutil melodía en «H2S» hasta el misterioso arpegio de guitarra de «The Sicilian Clan». El potencial orquestal se pronunciaba con «Love Circle», tema con tintes bossa nova donde la batería y el piano marcaron pauta. «Croce D’ Amore» y «Come Maddalena», en una particular mezcla de jazz y sonidos más progresivos, eran el último deleite en este acto.
El maestro Morricone salía por unos instantes del escenario y en su retorno era acompañado por la soprano sueca Susanna Rigacci, adelantando lo que sería la sección más esperada de su espectáculo. De la mano de los spaghetti westerns y Sergio Leone, Morricone alcanzó el máximo reconocimiento a nivel mundial y comenzaba a destacarse por sobre los otros compositores dentro del círculo. El apartado dedicado al director italiano se llevó la máxima de aplausos cuando dio inicio con el tema principal de El Bueno, El Malo y El Feo, donde el imponente coro USACH se acopló perfectamente a la tan conocida inconfundible melodía del oboe. «Once Upon A Time In The West» y «A Fistful of Dynamite» eran la antesala más catártica para «The Ectasy of Gold», canción donde el espectacular solo vocal de Rigacci se robó la película. Con la adrenalina aún a flor de piel, el público se deshace en aplausos.
La frágil «Chi Mai» era la próxima en la lista, dando paso a «Cinema Paradiso», el segundo punto alto de la jornada. Apenas asomaron los primeros acordes en el piano, los aplausos se hicieron sentir con más fuerza que nunca. El silencio era sepulcral y la emoción subió a niveles donde incluso parte de los presentes sucumbió a las lágrimas. «Malena» volvía a estabilizar el ambiente, aunque mantenía la tenue atmósfera. La interpretación de «Baaría» comenzaba a cerrar el show, que no vería su ocaso sin pasar por La Misión.
La recta final comenzaba a pavimentarse con «Gabriel’s Oboe», solo de instrumento que parecía mantener hipnotizada a la masa. «Falls» y «On Earth As It In Heaven» eran el broche de oro y donde la orquesta nacional supo estar a la altura del contexto, a diferencia de las sinfónicas que acompañaron a Ennio en sus visitas anteriores. Se despedía nuevamente entre una ovación, pero no pasó mucho tiempo para que el autor volviera al escenario y tocara, a modo de retribución por el cariño ofrendado, «The Ectasy of Gold» y «On Earth As It In Heaven» una vez más. El público, de pie, extendió la despedida por varios minutos. Morricone agradeció a sus acompañantes y desapareció raudamente de escena.
Mondo Cane
El frío se había instalado hace varios minutos, por lo que después de terminado el show de Morricone, parte del público comenzó a abandonar el recinto. El turno ahora correspondía a Patton, quien pondría nuevamente a prueba a su fanaticada chilena haciéndola esperar por más de una hora. El enroque entre las bandas, obligó a hacer un rápido cambio en la escena, lo cual se hacía dificultoso por la envergadura de la puesta en escena del artista europeo.
Finalemente, y bajo las pifias de la galería, Patton pisó por tercera vez el suelo floridano y en esta ocasión lo hizo junto a Mondo Cane, su proyecto que homenajea a las viejas glorias de la música italiana. Con evidentes molestias por el retorno en su sonido, Patton comenzaba su velada con «Il Cielo In Una Stanza». «Che Notte!» se salía un poco más del esquema y daba la libertad a Mike para poner en juego sus típicos gritos estruendosos. «One D’ Amore» y «20 Km Al Giorno» eran acompañadas por algunos fans, que incluso habían logrado aprenderse las canciones en su totalidad.
El 2010, Faith no More visitaba Chile por cuarta vez. Aquel año, además de hacer un concierto en el mismo Bicentenario de La Florida, la banda participó del cierre de Teletón. En esa oportunidad, Mike Patton y compañía interpretaron «Qué he sacado con quererte» de Violeta Parra, frente a la atónita mirada del Estadio Nacional. En su show con Mondo Cane en el Teatro Caupolicán volvió a presentarla. En esta ocasión se volvieron a repetir el plato por tercera vez, dedicando el tema al pueblo mapuche. Se notó la preparación, ya que a diferencia de las versiones anteriores, los arreglos musicales eran evidentemente mejores. Al tema de Violeta se acopló «Quello Che Conta», suave tonada que incluyó al hermoso trío que llevaba por coro. «Urno Negro», «Dio Come Ti Amo» y «Deep Down» hundían a Patton en la teatralidad de su interpretación, dejando de lado su silla y comiéndose el escenario.
«¿Cómo están los hueones?» preguntaba Mike frente al público que entre carcajadas respondía de manera positiva. «Es un agrado tocar para vosotros y con el maestro Ennio Morricone», ganando aplausos y haciendo olvidar un poco la rencilla de egos que comprometió el cambio de horarios. «Storia D’Amore», «Lontano, Lontano» y «Yeeeeeeh!» sacaban a relucir todo el potencial vocal del artista, el cual ha sabido acomodarse a cualquier estilo autoimpuesto. «Senza Fine» despedía por instantes a la banda compuesta mayormente por italianos, pero un anímico Patton volvía por más: «Una Sigaretta» y «Sole Malato» despedían la jornada dominical. Un show más corto que los presentados anteriormente en el Caupolicán, pensado (quizás) para abrir los fuegos. El cantante estadounidense prometía, como siempre, volver próximamente. Nadie pone en duda su palabra; nadie pone en duda su lazo con Chile.
Ennio Morricone se apronta para realizar un último show en Chile el próximo 26 de noviembre en el Casino Monticello, para el cual aún quedan entradas disponibles. Mientras que por otro lado, Mike Patton se quedará en nuestro país hasta el miércoles, día en que viajará a México para presentarse junto a Moonchild.
GALERÍA DE FOTOS
Fotógrafo: Juan Francisco Lizama