Hoy probablemente nadie se atrevería a poner en duda el inmenso impacto social que ha tenido YouTube en los últimos años. Hay un antes y un después en el concepto de «contenido generado por los usuarios» (o user-generated content), marcado significativamente por este sitio, en donde todos quieren estar o figurar de alguna manera.
YouTube trascendió las fronteras de la web (si es que acaso existen) y se volvió parte del Mundo Real cuando los usuarios comenzaron a subir videos que no sólo podían ser interesantes para aquellos que estaban todo el día conectados, sino que eran de interés general. Un caso súper trillado, pero que muestra perfectamente este punto, es el del video que se convirtió en el más visto del 2007 y que fue transmitido por decenas de noticieros alrededor del mundo.
En el 2008, YouTube se terminó de consolidar al convertirse (además) en el segundo motor de búsqueda más utilizado en Internet.
Poco a poco, grandes empresas, importantes canales de televisión, cineastas, humoristas (en esta lista entró hace un par de meses incluso ¡el Vaticano!) y, cómo no, los mismos músicos se han visto obligados motivados a tener presencia en YouTube. En el caso de los músicos, fuimos muchos los usuarios que agradecimos que empezaran a crearse esos «canales oficiales» porque en buena parte de los casos eran garantía de que tendríamos a mano los videos de nuestras bandas o artistas favoritos a una buena resolución y con un buen sonido, aspectos que muchas veces no están garantizados cuando el que sube el videoclip es un fan que, por ejemplo, grabó con una cámara de video la imagen que emitía su televisor, para luego subirlo a la web. En el mejor de los casos, los artistas han llegado incluso a producir material exclusivo para YouTube (como NIN, por ejemplo).
Más importante que eso, es el punto de que cuando el que sube el video es el representante o la disquera del artista, normalmente lo hace con la intención de que eso permanezca allí, al alcance de cualquiera; mientras que cuando el que sube el video es un usuario, hay altas probabilidades de que posteriormente (mucho más temprano que tarde) éste sea eliminado bajo el argumento de que viola los derechos de autor. Claro que nunca hay garantías, ya que las disqueras pueden romper sus acuerdos, como lo hizo Warner Music el pasado mes de diciembre.
A pesar de que han habido muchos tropiezos en el camino de la creación de estos canales oficiales, esos artistas que sí lo han hecho se han visto tremendamente beneficiados: de los 20 videos más vistos de YouTube en todo el mundo, 12 de ellos son videos musicales que fueron publicados por las disqueras en sus canales o en los de las bandas o solistas.
Sin embargo, esto plantea una polémica seria y honda, porque de alguna manera violenta ese principio de que el contenido es generado por los usuarios o consumidores finales. Si las grandes empresas tienen presencia en YouTube es porque sacan un beneficio comercial de ello, nunca por amor al arte. Y mientras más terreno se toman para ellas, menos libertades les dejan a los usuarios.
Quizás la postura más digna sea la que ha asumido, por ejemplo Pearl Jam, esa banda legendaria de grunge que nunca se vendió, que a pesar de que tiene su propio canal oficial, enlaza desde su página oficial a videos subidos por sus seguidores. Y la cosa no se queda allí, ya que los miembros de esta agrupación incluso han luchado para lograr que su disquera no le ponga tantas trabas a los usuarios que suban su material. La mejor evidencia de esto es lo sucedido con el videoclip del tema «Guaranteed» del disco solista de Eddie Vedder, que fue además la banda sonora de la película Into the Wild (dirigida por Sean Penn).
Un usuario cualquiera (que tiene por nick lobistico) subió dicho videoclip a YouTube y algunos meses después el video fue bloqueado debido a una petición realizada por Sony/BMG, que alegaba lo de siempre: que violaba los derechos de autor. Según explica el mismo usuario en la descripción del video, «luego de que el manager de Pearl Jam llamara a Sony y a YouTube, el video fue restaurado, así que ahora es totalmente legal». Una postura admirable y totalmente opuesta a esa que silencia y prohibe, que hasta ahora, lamentablemente parece ser la de la mayoría.
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