“Un cambio de velocidad, un cambio de estilo”, dice una de las canciones de Unknown Pleasures (1979) de los británicos Joy Division. Algo que se hizo realidad con ese álbum que no lideró los rankings, pero marcó la historia del rock con un sonido que 35 años después sigue siendo una invitación a explorar la oscuridad.
Se formaron en 1976, primero como Stiff Kittens y luego Warsaw, pero fue con su nombre definitivo y el EP A ideal for Living (1978) que Ian Curtis (voz), Peter Hook (bajo), Bernard Sumner (teclados, guitarra) y Stephen Morris (batería) llamaron la atención del periodista Tony Wilson. “En vez de ‘ándate a la mierda’ decían ‘estoy en la mierda’”, recordaría años después en la revista Mojo el fundador de Factory Records.
Esa diferencia con el punk de la época los llevó a convertirse en uno de los forjadores del post-punk con una propuesta que tenía al bajo como protagonista, una la guitarra cortante y distorsionada, una hipnótica batería mezclada con efectos y un vocalista que con su voz profunda cantaba sobre desoladores temas universales y personales. Una fórmula que ha sido una referencia para distintas generaciones de músicos.
Grabaron su primer álbum en los Strawberry Studios de Stockport, Manchester, junto a Martin “Zero” Hannett (Buzzcocks, Magazine), quien los definió como “un regalo para un productor, porque no sabían nada”. Algo que le permitió tomar el control, experimentar y lograr un resultado “demasiado pesado, demasiado impenetrable”, como cuenta Sumner en el documental de Grant Gee (2007) que lleva el nombre del cuarteto.
«Supongo que para entonces habíamos aceptado a regañadientes que era un gran disco; sabíamos que parte de eso se debía a Martin, pero así no era como nosotros nos escuchábamos. Queríamos sonar más duros, ásperos y metálicos, como un grupo tocando en un garaje con paredes de metal, a lo Stooges o Velvet Underground. Él quería que sonáramos – ¿cómo lo describiría? – como música gótica adulta o algo así», confiesa Hook en Unknown Pleasures: Inside Joy Division (2013).
Además de la importancia de la producción, impresionó su portada sin foto grupal ni nombre, sólo con la reproducción de los cien pulsos del primer Púlsar – estrella de neutrones que emite radiación periódica – descubierto. Un diagrama rescatado de una enciclopedia y descrito como “maravillosamente enigmático” por Peter Saville, quien ha diseñado para, entre otros, OMD, Peter Gabriel y Suede.
Una simpleza revolucionaria que encerraba la complejidad de las letras de Curtis, ávido lector de Burroughs, Kafka, Dostoyevski y Ballard. «La mayoría de las noches se encerraba a escribir en el cuarto azul, interrumpiendo solamente para beber una taza de café entre las volutas de humo de un Marlboro. No me importaba la situación: lo encarábamos como un proyecto, algo que debía hacerse”, cuenta su esposa, Deborah Curtis, en Touching from a Distance (1995).
De esos encierros nacieron frases como «he viajado a lo largo y a lo ancho de muchos tiempos diferentes» (Wilderness), «atravesaba el silencio sin moverme, esperándote» (Shadowplay) o “tengo el espíritu, pero pierdo el sentimiento” (Disorder). Letras que tras su suicidio el 18 de mayo de 1980 siguen creciendo y formulando interrogantes sobre el posible futuro de la banda que estaba a punto de salir a su primera gira por Norteamérica.
Descrito como «simplemente uno de los mejores discos de la historia» por la revista NME (New Musical Express), Unknown Pleasures sigue sumando seguidores gracias a canciones como “New Dawn Fades”, “Insight”, “She’s Lost Control” y «Day of the Lords», y manteniendo un lugar destacado entre los debut que han dejado una huella en la música popular.
Joy Division, la leyenda, creció con el clásico “Love Will Tear Us Apart” y el álbum póstumo Closer (1980). Un legado que se ha mantenido intacto desde la transformación de sus integrantes en New Order (hoy sin Hook). Sin embargo, el pasado es irrepetible y sigue siendo fascinantemente desconocido.
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