Luego de otra extenuante jornada, la cuarta edición de Lollapalooza Chile llegaba a su final con el debut de Soundgarden en suelos nacionales. Música y actitud sobraron en lo que fue una demostración de cómo hacer bien las cosas.
Cuestionarse el peso de Chris Cornell y compañía a estas alturas es algo absurdo. El pensar que son parte del festival por un capricho noventero es una idea que se aleja bastante de la realidad. Cada una de las pruebas quedó en evidencia en más de dos horas de concierto, donde nunca se escatimó en daños. «Searching With My Good Eye Closed» dio el puntapié inicial. De inmediato Kim Thayil (guitarra) se encargó de crear una gran atmósfera sonora, apoyado por Ben Shepherd en la segunda línea.
«Spoonman» sirvió para recordar las dos décadas de vida que tiene Superunknown (1994), columna vertebral de su show. «Let me Drown» (dedicada a Alain Johannes por su capacidad de reponerse frente a la adversidad) y «Black Hole Sun» serían los primeros de varios puntos altos en la noche. El estado catártico que genera «Jesus Christ Pose» nos regalo la postal del trío de hombres tras las cuerdas contra los amplificadores, casi como un acto de declaración de principios. Ya en ese momento, el demoledor papel de Matt Chamberlain en batería hacía que la ausencia de Matt Cameron pasara casi desapercibida.
«Outshined» y «Beyond The Wheel» mostraron la gran cercanía que logra Cornell con el público, experiencia obtenida (dentro de sus errores y aciertos) en su larga carrera lejos de Soundgarden. Su última producción, King Animal (2012), tuvo espacio de la mano de «Taree», instante en el que Shepherd se entrampó, al parecer, en una pelea con algún fan de la primera fila los guardias de seguridad, lo que terminó sacándolo de su trance. ¿El resultado? Intercambio de gritos y un bajo siendo violentado en cada nota. Si bien parecía desentonar en varias ocasiones con respecto a sus compañeros, definitivamente significó un plus en cuanto a espectáculo.
Darían nuevamente un salto de 20 años al pasado para aterrizar en «My Wave» y «The Day I Tried To Live». La guitarra de Thayil parecía mantener un duelo aparte con la voz de Chris, la cual se lució en los tonos agudos. «Blow Up The Outside World» y «Fell on Black Days» ambientaron aquel tranquilo pasaje. «Pretty Noose», «Burden In My Hand» y «Rusty Cage» cerraban la primera parte del show, cuando un fanático se paseó por solo segundos arriba del escenario antes de ser derribado por personal de seguridad. Los músicos se retiraron entre agradecimientos y ovaciones.
Ni siquiera el bis ayudó a que bajaran las revoluciones de Shepherd. Luego de una brillante ejecución de «Like Suicide» y «Flower», el molesto bajista hizo desaparecer su instrumento tras el sistema de sonido, mientras el resto de la banda se deshacía en un interminable jam. Volvió a los segundos con otro bajo colgado alrededor de su cuello y terminaría en una improvisación junto a Kim quien, tranquilamente y con una botella de cerveza en la mano, fue el último en abandonar la escena.
Lo que hizo Soundgarden la noche del domingo 30 de marzo en el Parque O’Higgins fue toda una lección. Una cátedra en cuanto a sonido, porte y cómo ofrecer un show de rock. Cada aspecto era acompañado por un realismo visceral, pocas veces vistos en festivales de esta talla en nuestro país. El engranaje parece seguir funcionando a la perfección, fusionando el pasado con la actual etapa para dar comienzo a una fuerza creadora.
Los oriundos de Seattle ahora tienen como destino Argentina y Brasil, donde participarán en las respectivas ediciones de Lollapalooza.
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Fotógrafo: Javier Valenzuela
Totalmente. Yo estaba adelante, en la reja al lado derecho y evidentemente al frente de Ben. Y lo que pasó fue que había un tipo tocando la guitarra mientras la gente lo levantaba por encima de las cabezas que, al estar los guardas a su alcance, lo agarraron, lo tironearon, le pegaron, le tiraron la guitarra y lo sacaron. Ben vio eso, y al término de la canción les dijo a los dos guardias que golpearon al joven, que qué mierda se crean golpeando en uno de sus conciertos a uno de sus fans, gritándoles un fuerte y sonoro «YOU TWO MOTHERFUCKERS». El resto fue rabia desatada de la situación -por eso le pega al micrófono-. Y durante el resto del concierto, lo que lo llevó a tirar el bajo y pegarle a uno de los amplis fue el hecho de que tenía dramas con el retorno.
Por ende, su cagá de review informa como las weas, y dejan como el pico a los fans, siendo que los weones de los guardias fueron los que se la echaron. Sugiero arreglen esta mierda escrita, porque con el que mejor se llevó Ben, incluso por encima de su asistente y el sonidista, fue con el público.
en realidad los que estuvimos en el concierto nos dimos cuenta que Ben mientras tocaba miraba a cada rato hacia el lado izquierdo del escenario, haciendo señas del poco retorno del bajo, estuvo cabreado desde el principio, al final le dieron el retorno que quería y nos dejo con un pitido en el oído hasta que volvimos a la casa xD
una aclaracion… la pelea de Ben era con los guardias que sacaraon a un varon ke tenia una guitarra. y al bajarlo cayo de golpe de espaldas al suelo y ahí lo siguieron tiironeando. Cuando termino la cancion, vino Ben a insultar (supongo) a los de seguridad. despues de eso le dio una patada tirando al suelo al microfono, y los insultos del publico tambien iban para los agresivos encargados de seguridad.