La primera edición internacional del festival Lollapalooza traía por primera vez a Chile a una de las bandas que protagonizó el movimiento de rock alternativo que surgió en Estados Unidos entre finales de los ’80 y principios de los ’90. Jane’s Addiction finalmente se presentaba en Santiago, ofreciendo un show famoso por su calidad y extravagancia.
Pocos habrían imaginado que 20 años después de la creación del Lollapalooza, que nació como gira de despedida de Jane’s Addiction en 1991 -cuando la banda se separó por primera vez-, aquella gira se habría convertido en uno de los festivales más grandes del planeta y llegaría a Suramérica, trayendo consigo a aquella banda, reformada y con nuevo material.
Pero la realidad no sólo supera a la ficción, sino que puede superar también imaginaciones y expectativas. Y así ocurrió en el atardecer del domingo 3 de abril, cuando Jane’s Addiction salió al escenario con dos mujeres suspendidas en el aire, que se balancearon al ritmo de «Whores», mientras el público decidía si mirar, cantar, saltar o gritar.
Con el énfasis puesto en sus dos primeros discos de estudio (Nothing’s Shocking, 1988; Ritual de lo Habitual, 1990), que a estas alturas son piezas de culto, Perry Farrell (voz), Dave Navarro (guitarra) y Stephen Perkins (batería), mantuvieron a su audiencia cautiva, no sólo gracias a su música, sino también gracias a una elaborada puesta en escena, un ritual dirigido por Farrell, quien mientras canta, se pasea con una botella de vino chileno en mano y coquetea con su esposa, una de las sensuales bailarinas que les acompañan.
A pesar de que la banda se encuentra trabajando en el estudio con Dave Sitek (TV on the Radio) en el bajo, vinieron a Chile con el veterano Chris Chaney, quien formó parte de Jane’s Addiction entre 2002 y 2004, y quien les ha acompañado en algunos shows desde que Eric Avery dejó el grupo en 2010.
En su debut en Santiago, la agrupación tocó «End to the Lies», tema que formará parte de su próximo álbum y cuyo estreno mundial había ocurrido poco días antes en emisoras de radio locales. El show incluyó también el agradecimiento de Farrell a los productores del festival, a quienes invitó por un momento al escenario.
Una soberbia interpretación de «Stop!» causó emoción y anunció el final, que llegó con decenas de miles de personas cantando los versos de «Jane Says», un clásico de Nothing’s Shocking (1988) que reunió a los músicos en el centro del escenario y generó una sensación de complicidad entre ellos y el público.
Para los más rockeros, el ritual de extravagancia de Jane’s Addiction marcó el cierre del primer Lollapalooza Chile. Un cierre digno de un festival como éste.
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