The Flaming Lips son unos tipos de clips extrañísimos con humanos disfrazados de conejos, música marciana-neo-sicodélica y tal vez una de las mejores herencias “alternativas” que nos dejó MTV, cuando aún se podía ver; seguramente la apuesta más arriesgada que un sello grande como Warner se ha permitido en años: experimentaciones sonoras en discos cuádruples que deben ser oídos simultáneamente, remasterizaciones de sus dos discos cúlmines (The Soft Bulletin y Yoshimi Battles The Pink Robots) en DTS y ahora, composiciones para reproducirse en 12 (sí, doce) celulares al mismo tiempo y unas presentaciones en vivo consideradas por muchos como las más alucinantes de los ’90.
Todo el mito que nunca pensamos ver en directo, lo pudimos apreciar en Lollapalooza. Un show aparte, deslumbrante, mal programado en horario y que debe ser de lo más alto de la jornada dominguera. Un espectáculo que por sí mismo valía la entrada al festival y que condensó en sólo una hora 25 años de carrera.
Así que, sin importar el calor reinante a las 16:30 horas, una verdadera fiesta estalló. Confetti, globos enormes, bailarines disfrazados y el maestro de ceremonia, Wayne Coyne, entrando en una esfera para caminar sobre todos los que no pensamos nunca ver ni vivir esta fiesta.
Un show que fue un karaoke desde principio a fin, una «Yoshimi Battles The Pink Robots» coreada con fuerza y la coronación unánime de «Do you realize?» como la canción más emocionante de todo el fin de semana. The Flaming Lips entregó un festival dentro del festival, una fiesta deslumbrante que con «Race for the price» llegó a su fin.
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